Ahora hace diez años, en Arrels decidimos cambiar la manera como garantizábamos el alojamiento a personas que habían vivido en la calle. Conocimos el llamado Housing First, que parte de la premisa de que tener una casa es capital para que una persona sin hogar pueda mejorar su situación y la podamos acompañar hacia su autonomía. En estos diez años, hemos conseguido alojar a 335 personas bajo esta modalidad.
La metodología Housing First nació en los Estados Unidos. Antes de adoptarla, en Arrels seguíamos el modelo tradicional; como si de subir una escala se tratara, para conseguir una vivienda, la persona primero tenía que ser capaz de lograr ciertos retos. “Con el Housing First tumbamos esta manera de hacer, miramos la vivienda como un derecho”, explica Esther Sánchez, responsable del equipo de Apoyo a la Persona en Arrels.
El paso de un modelo al otro nos comportó cambios en las maneras de hacer, pero sobre todo en la mirada. Antes todo giraba entorno a la figura profesional que da servicios y controla las intervenciones, pero con el modelo Housing First pusimos en el centro a la persona.
Cuando la persona tiene un hogar puede recuperar habilidades más fácilmente; puede tener un espacio, dignificarse, estar con el entorno, en comunidad. “Desde una casa, vamos desplegando todo el que la persona puede dar. No trabajamos con plazos ni compromisos, sino que al final las personas que llegan a Arrels hacen un recorrido de larga duración”, explica Esther Sánchez. En estos diez años, hemos garantizado el alojamiento a 335 personas en 200 pisos, 46 mujeres y 289 hombres.
Rafa Carmona es una de estas personas. Cuando tenía veinticinco años, se separó y perdió el trabajo. Esta situación lo llevó a vivir en la calle, donde se encontró más de diez años. “Yo dormía a la ronda Sant Pere y, un día, dos personas vinieron a saludarme. Sentaron a mi lado y me dijeron que si quería podía ir al centro abierto de Arrels, a ducharme y descansar”. Unos días más tarde, Rafa se acercó y, desde entonces, lo hemos acompañado. “Durante un año me pagaron una pensión, después me ofrecieron vivir en un piso compartido y desde hace unos años tengo un hogar para mí solo”, relata.
Beniam también vive en un piso gestionado por Arrels. Marchó de su país huyendo de un conflicto bélico y llegó al Estado español como refugiado político. Mientras se tramitaba su petición de asilo, tuvo que vivir en la calle. Estaba enfermo y, cada vez que salía del hospital, no tenía donde ir. “A casa ahora sí que puedo dormir bien y descansar; me encuentro mucho mejor”, explica.
Durante todo este tiempo, hemos apoyado a Rafa y a Beniam en temas cotidianos y burocráticos, pero también emocionalmente. Un apoyo que se mantiene hoy en día, a pesar de que son autónomos y se valen por sí mismos. Rafa lo resume: “De vez en cuando hablo con mis referentes; siempre están cuando lo necesito. En el piso donde estoy, puedo entrar y salir cuando yo quiero, y si me encuentro mal sé que tengo un lugar para descansar y recuperarme”.
No señalar las carencias, sino acompañar para la autonomía
Una de las ventajas de este modo de acompañar es que no señalamos la herida o la carencia de la persona – como se hacía hace años con el modelo de escala – sino que se la acompaña para intentar sostener su mejora.
“Cuando hay una dificultad comunitaria y, por ejemplo, esta es provocada por un consumo de alcohol, no señalamos el consumo de alcohol, sino que señalamos el compromiso comunitario. Y desde aquí puedes ir desgranando con la persona qué es que crees que está pasando”, comenta Esther Sánchez.
Todo este acompañamiento lo hacemos con equipos formados por profesionales y por personas voluntarias. “Visitamos a las personas en su casa y nos desplazamos a su entorno: descubrimos juntos los servicios y recursos que hay en su barrio, vamos al mercado, paseamos por las plazas, vayamos las bibliotecas, al bar, al estanco, al médico de cabecera, a servicios sociales… la ayudamos para que el barrio también sea un espacio que sea fácil, cómodo para la persona”, nos explican desde el equipo de Apoyo.
Este acompañamiento, especialmente el que hacen los voluntarios y voluntarias, ayuda también a paliar la soledad, uno de los grandes retos que tienen que afrontar las personas que atendemos. El hecho de contar con voluntariado es una manera de hacer bastante excepcional en el modelo Housing First, pero en Arrels hemos comprobado que multiplica aquello que hacemos.
Los retos, después de diez años
Estos diez años de implementación del modelo Housing First han estado diez años de aprendizajes constantes. Es un proyecto complejo, porque las situaciones de las personas que acompañamos son complejas y a veces hay dificultades. Pero la balanza se decanta hacia el lado positivo: poder acompañar la persona que está en la calle y la entrada a un hogar, generar vínculos de confianza, acompañarla en temas de salud, para poderle garantizar derechos, ser testigos de reencuentros o de rupturas… en definitiva, de todo el proceso de la persona a largo plazo.
“Acompañar a una persona que ha vivido en la calle a vivir de nuevo en un piso, que tenga unas llaves en la mano, da sentido a nuestro trabajo. Seguramente no lo sabemos transmitir ni apreciar suficiente, pero es muy valioso: garantizamos alojamiento digno, estable y permanente y lo hacemos acompañando a personas que han sufrido mucho”, remacha Esther.
Diez años después, sabemos la importancia de tener un hogar. Porque sin un hogar no hay derechos, ni recuperación ni autonomía. Y porque la calle no es un hogar.
Más información:
– Conoce la historia de Rafa.
– Conoce la historia del Beniam.
– Te explicamos por qué la calle no es un hogar.