En Barcelona, el 8% de las más de 1.200 personas que viven en la calle son mujeres. Sabemos que, cuando empiezan a vivir al raso, se encuentran en una situación límite y más deteriorada. También sabemos que, de media, hace 3 años y 3 meses que viven a la intemperie; que tres de cada cuatro han vivido en la calle solo en Barcelona y que el 28% no puede cubrir las necesidades básicas. Se trata de la punta del iceberg porque el sinhogarismo femenino va más allá y afecta a otras mujeres que se encuentran en espacios más invisibles pero igualmente con mucha inseguridad habitacional.

El 15 de junio de 2022 salimos a la calle acompañados por más de 500 personas voluntarias. Juntos, localizamos a 1.231 personas viviendo en la calle y pudimos entrevistar a más de 350. Gracias a toda esa informació, acabamos de publicar el informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar, de donde hemos recogido estos datos.

Actualmente, el 8% de las personas que viven en la calle en Barcelona son mujeres. Suelen vivir otras formas de sinhogarismo y cuando se encuentran viviendo en la calle su situación suele ser más grave. Antes de vivir al raso, muchas mujeres acostumbran a buscar todas las alternativas posibles: pisos sobreocupados, viviendas vacías, pensiones, casas de familiares o amistades… Cuando, finalmente, empiezan a vivir en la calle es porque ya no tienen ningún lugar a donde ir. Hay un desgaste psicológico y físico enorme, difícil de revertir.

Además, si vivir en la calle comporta muchos riesgos para cualquier persona, las mujeres que viven al raso están más expuestas a violencia machista y abusos sexuales.

 

La separación de la pareja o la familia, entre los principales motivos

Si tenemos en cuenta las respuestas de las mujeres que entrevistamos el 15 de junio, detectamos que las mujeres que encontramos en la calle son originarias de, como mínimo, doce países diferentes. Casi la mitad de las mujeres que encontramos en la calle son de origen español (el 48% nació en Cataluña o el resto del Estado), el 28% proviene de otros países de la Europa comunitaria y el 24% de países extracomunitarios. Un 38% de ellas han nacido en Barcelona.

Del total de mujeres migradas entrevistadas, un 20% marchó de su país de origen para romper con relaciones personales y/o familiares y un 47% migró por motivos socioeconómicos.

En cuanto a los motivos para vivir en la calle, el 31% ha perdido la última vivienda estable en un desahucio, el 27% por problemas con la familia y el 23% por separación de la pareja. “Con las mujeres que acompañamos muy a menudo hablamos de la familia y de las relaciones amorosas. Las rupturas familiares o estar separadas de sus hijos son temas muy presentes y que salen en las primeras conversaciones. Para las mujeres es conflictivo y muy doloroso porque hay una culpabilidad, una frustración y un señalamiento por no cumplir el rol de cuidadoras dentro de la familia”, explica Carla Ramos, educadora del equipo de calle de Arrels.

El 76% de las mujeres solo han vivido en la calle en Barcelona, según calculamos. Los principales motivos de haber venido a Barcelona son buscar trabajo (29%) y reencontrarse con familiares o amigos (24%). Así, el 41% de las mujeres entrevistadas no tiene a nadie de confianza con quién contar.

 

Tres años y tres meses viviendo en la calle

En relación a la media de edad de las mujeres que contestaron la encuesta, es de 44 años. La mujer más joven a la que entrevistamos tiene 25 años y la más mayor tiene 58. De media, hace 3 años y 3 meses que viven en la calle. Un 45% de todas ellas no es la primera vez que lo hace; esta cifra puede tener que ver con que solo el 31% de las mujeres tiene ingresos. Aun así, encontramos que un 38% no ha recibido ningún tipo de atención social durante los seis meses previos a la encuesta y el 28% no puede cubrir sus necesidades básicas.

Hay menos mujeres viviendo al raso que hombres, pero las que llegan están en peor situación. Los recursos públicos y privados afrontan el reto de atender sus necesidades especificas en un entorno muy masculinizado. En Barcelona, por ejemplo, los recursos que ofrecen servicios básicos y a los cuales las personas sin hogar pueden dirigirse directamente, no suelen incorporar la perspectiva de género. En este contexto, uno de los retos importantes que afrontamos las entidades y servicios es potenciar la perspectiva de género.

 

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