Sergio

Sergio

Yo tenía claro que quería hacer carpintería.

Sergio

Ha vivido cinco años en la calle.

Después de tener mi propia casa, empecé a centrarme y se me quitaron las tonterías de la calle. Decidí que tenía que hacer algo útil, una actividad más o menos cotidiana donde conocer a más gente, estar en contacto con mis compañeros y amigos de Arrels.

Yo tenía claro que quería hacer carpintería. Ya de joven, en los años 80, trabajaba en un negocio familiar de carpintería. Lo hacía cuando no estaba estudiando o tenía un rato libre. Incluso los fines de semana me iba con mi padre por ahí a montar muebles. Llevo la carpintería dentro, realmente.

Cuando me vine a Barcelona en 2001, me puse a trabajar profesionalmente en la carpientería, donde aprendí a hacer mejor las cosas y adquirí disciplina. También trabajé en la obra vista, cortando y perforando hormigón.

Ahora vengo cada día al taller. Algunos llegan a las 9.30 h y desayunan aquí. Yo como algo en casa y a las 10 h vengo. A las 11 h hacemos una parada para tomar un zumo, un café o fumar un cigarrillo. Y luego sigo trabajando hasta las 13 h.

Hay muchos proyectos en La Troballa: estamos haciendo un montón de rosas para Sant Jordi, estamos haciendo un cartel muy luminoso para anunciarnos en la fachada principal del taller que lleva mucha faena. También hacemos mesas para organizar las herramientas, en fin, de todo un poco.

Y los martes y los jueves que el taller abre por la tarde es cuando vengo y hago mis propias cosas. Es como un rato libre para mí: hago cosas para mi casa como percheros o cosas así. Venir al taller me hace sentir útil: cuando he acabado un trabajo y lo veo, me siento orgulloso.

En mi piso estoy de maravilla, o sea, ha significado un cambio radical. Mi piso es mi búnker, mi zona de confort. En el piso hay que estar. Cuando veo algo raro por allí fuera, cuando salgo de casa, cuando está lloviendo… Entro en mi piso y es una satisfacción. Es un lugar que es mío. Eso no saca que no haya que salir para sentirse vivo. Si me quedara en casa solo todo el día, ¿qué haría? Sería demasiado cómodo. Uno piensa: ¡qué a gusto estoy aquí! ¿Pero, y ahora, qué? Hace falta relacionarse con la gente, ver la calle y todas esas cosas, si no me comería la cabeza y sería como estar deprimido.”