¿Puede ser que vivir en la calle afecte a la capacidad neurológica de la persona?


En la residencia Llar Pere Barnés de Arrels viven personas que han vivido en la calle de manera cronificada y que pueden tener una enfermedad mental, consumos de alcohol y enfermedades crónicas orgánicas. Ahora hay que añadir diferentes niveles de deterioro cognitivo y trastornos de conducta. Os explicamos cómo lo hemos descubierto, qué significa para las personas y qué cambios ha supuesto en nuestra manera de abordarlo.

El 29 de noviembre de 2007, Arrels puso en marcha la Llar Pere Barnés. El objetivo era ofrecer un espacio temporal para personas que vivían en la calle desde hacía tiempo, que tenían una salud frágil y que no encontraban ningún otro recurso donde estar. Diez años después, 274 personas sin hogar han pasado por la Llar; muchas han encontrado un lugar adecuado y estable para vivir y otras -más de las esperadas- nos han dejado antes de encontrar el recurso definitivo en el que poder estar.

La Llar acoge a hombres y mujeres que presentan una o más de las siguientes situaciones: enfermedades orgánicas y crónicas, consumo de alcohol, enfermedad mental y enfermedades neurológicas. Esto último lo hemos sabido hace poco, con un estudio neurológico realizado a 27 personas residentes y liderado por el neurólogo Miquel Aguilar, su equipo médico y el equipo de la Llar de Arrels. “Teníamos información sobre temas de alcoholismo y psiquiátricos porque nos coordinamos con otros profesionales externos pero desconocíamos qué pasa a nivel neurológico”, explica Laia Vila, responsable de la Llar.

¿Por qué era importante tener esta información? Por un lado, porque la función neurológica permite a las personas aprender y memorizar, les da capacidad intelectual y habilidades espaciales, está relacionada con el temperamento y la personalidad, con el lenguaje y la concentración, con la resolución de problemas… Por otra parte, porque fijarse en cada persona también significa mejorar la convivencia y porque es necesario que la atención social y médica vayan de la mano.

El 89% de los residentes, con deterioro cognitivo o demencia leves

La primera fase de este estudio neurológico tuvo lugar en agosto de 2015, con la valoración cognitiva de 27 personas que vivían en la Llar. Algunos de los resultados son:

  • El 89% de las personas tenía un deterioro cognitivo leve o una demencia leve. “En el día a día cuesta detectarlo pero para la persona con demencia leve significa que hay cosas que dejan de funcionar y empiezan a ser más dependientes”, explica la responsable de la Llar de Arrels.
  • Más de la mitad tenía problemas de memoria y para razonar que no se detectaban porque no les afectaba en su autonomía.
  • El 77% sufría apatía, es decir, falta de motivación crónica que afecta a las emociones y la capacidad para relacionarse.
  • El 54% presentaba irritabilidad y otro 54% de los casos, delirios.
  • El 61% presentaba euforia o agitación, o ambas situaciones a la vez.
  • El 50% de las personas sufría depresión.

“Vivir en la calle no ayuda; la persona no duerme ni lleva una vida ordenada. Hay consumo de alcohol, se pasa frío, el cerebro no se protege… No podemos demostrar que vivir en la calle sea una causa del deterioro neurológico pero sí podemos constatar que, en el caso de la Llar, este estado ha disminuido con una buena alimentación, un techo estable, unos buenos hábitos, etc “, afirma Laia Vila.

Algunos resultados, 18 meses después

El estudio neurológico en la Llar de Arrels está significando cambios en el modelo de atención a las personas residentes. El equipo se ha formado, por ejemplo, para saber fomentar la estimulación y tener más herramientas sobre cómo tratar a las personas. Continuamos haciendo actividades que ya hacíamos pero poniendo más énfasis en la estimulación y fomentando la participación de la persona, se han introducido actividades relacionadas con la música y el ocio y que promueven la estimulación y la memoria, se promueve que las personas residentes colaboren en tareas relacionadas con el orden y la organización, etc. La mirada hacia la persona se ha ampliado y se trabaja más en equipo.

En este contexto, en febrero de 2017 se volvió a valorar neurológicamente a las personas residentes. De las 27 iniciales, 15 seguían viviendo en la Llar y un año y medio después se ha detectado que:

  • El porcentaje de personas cognitivamente normales ha pasado del 11% al 27%.
  • Ha bajado el porcentaje de demencias y, en general, ha habido una mejora cognitiva y de la memoria.
  • Han disminuido los casos de depresión, delirios, alucinaciones e irritabilidad, aunque han aumentado los trastornos alimentarios.
  • El hecho de adaptarse más a la persona beneficia a cada persona a título individual e influencia en su autoestima y afecta también positivamente en la convivencia.

Faltan recursos definitivos y adecuados

Uno de los trastornos de conducta que más afecta a las personas que viven en la Llar de Arrels es la apatía, en un 77% de los casos. “Como no molesta, no se le da importancia, pero lo impide todo y lleva a la persona a no querer hacer nada”, apunta la responsable de la Llar, Laia Vila.

A pesar de haber modificado algunas maneras de hacer y de intervenir, combatir la apatía sigue siendo un gran reto en la Llar Pere Barnés. El equipo de trabajadores y de voluntariado sabe que tiene que convivir con ella pero intenta generar cambios motivando cada día a las personas.

Un reto aún mayor es encontrar recursos adecuados y estables para las personas que han vivido en la calle y que presentan tantas problemáticas como los hombres y mujeres que viven en la Llar de Arrels. “Cuando se creó la Llar, en Barcelona no había recursos definitivos adaptados a las necesidades de estas personas y sigue sin haberlos”, afirma Vila, que considera que la Ley de la Dependencia “no ha logrado dar respuestas concretas a estas situaciones”.

La mayoría de los recursos que existen dan respuesta a una única patología. ¿Pero qué pasa, por ejemplo, con una persona que ha vivido en la calle, que consume alcohol, con el VIH y que tiene una enfermedad mental?

En la actualidad, 30 personas viven en la Llar Pere Barnés y otras 23 personas -la mitad de las cuales duerme en la calle y la otra mitad en espacios inestables- están en lista de espera para poder entrar.

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