“Cada libro lleva la ilusión de todas las personas que han colaborado”


Elvira Postigo es encuadernadora profesional y voluntaria en el taller de Arrels, donde transmite su conocimiento y su pasión por la encuadernación a más de una decena de personas que viven o han vivido en la calle. Habitualmente elaboran libretas, agendas y otros productos hechos con materiales reciclados. Por Sant Jordi, crearon una colección de libros inéditos y artesanales para seguir desmontando prejuicios y hacer posible #nadiedurmiendoenlacalle. La hemos entrevistado para saber más sobre esta iniciativa.

¿Quieres conseguir tu libro inédito y colaborar para reescribir la historia este verano? ¡Mira el vídeo!

¿Cómo ha sido el proceso de creación de estos libros artesanales?

Por Sant Jordi nos propusieron coger 19 títulos de libros muy reconocidos, personalizarlos para sensibilizar sobre las personas sin hogar e invitar a la gente a reescribir la historia. Era importante que los libros vieran la luz para la diada, así que realizamos 300 libros en sólo 6 días desde cero. Primero elaboramos los cuadernillos de cuatro hojas plegados, luego los agujereamos y los cosimos a mano, no de forma industrial. Pegamos las guardas y acabamos de vestir el cuerpo del libro para evitar que se dañara con el tiempo. Finalmente pusimos la carátula y los guillotinamos. Sólo quedaba dejarlos secar con peso encima y ya teníamos un libro artesanal.

Orgullo y prejuicios, Sherlock Homeless, El banc de la plaça del Diamant o 20.000 leguas de viaje callejero son algunos de los títulos de esta colección. ¿Cómo surge la idea?

Son libros de bolsillo pero el contenido está en blanco. La idea es que cada uno pueda escribir su historia, sus reflexiones o hasta rehacer el contenido del libro original según las perspectivas de las personas sin hogar. Los títulos y los diseños de las portadas los propuso la agencia de comunicación Sherpa: 19 títulos de libros muy reconocidos y personalizados para poner énfasis en la temática del sinhogarismo.

¿Cuántas personas habéis participado?

Éramos cinco o seis personas fijas trabajando pero todo el taller colaboró, todo el mundo ayudaba con una cosa o con otra. Hasta tuvimos que poner una mesa extra para poder trabajar todos. Esto es lo bonito de estos libros, esta parte que no se ve.

¿Qué es lo que más destacas de esos días de trabajo?

Cada libro lleva la ilusión de todas las personas que han colaborado y la satisfacción de verlos finalmente terminados. Recuerdo la cara de sorpresa cuando vieron que eran libros de verdad. Aunque estén en blanco no son libretas, la apariencia es totalmente la de un libro. Ha sido muy estimulante para todos y para mí un placer.

Aparte de esta colección de libros inéditos, ¿qué más hacéis en el taller de encuadernación?

En el taller hacemos de todo. Cuando alguien nos pide algo, nunca decimos que no. Lo estudiamos y hacemos las pruebas para ver si se puede realizar el proyecto. La encuadernación tiene una primera fase para educar las manos y la vista y familiarizarse con los elementos con que trabajamos, por eso realizamos muchas manipulaciones como cubiletes de lápices, carpetas o cajas. En relación a los pedidos, hemos hecho libretas con gomas, pequeños libros de recordatorio para bodas, agendas forradas de tela, tarjeteros…Reciclamos muchos materiales y todo el mundo aporta sus ideas. La diferencia con un proceso industrial es que en el taller lo hacemos todo a mano, cuidamos los procesos y los materiales y no miramos sólo el rendimiento.

 

“Me gusta transmitir lo que sé para que la encuadernación artesanal siga viva”

Háblanos un poco de ti, ¿de dónde te viene esta pasión por la encuadernación?

Siempre he sido una apasionada de la encuadernación pero no me dediqué a ello hasta que tuve más de cuarenta años y decidí empezar los estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona. Después de la carrera de cuatro años, creamos una pequeña asociación y luego me quedé yo en el taller para ir haciendo pequeños pedidos y dar algunas clases. La encuadernación a mano está muriendo, actualmente sólo se puede estudiar en la Escuela Llotja y no a nivel universitario. A mí, lo que más me gusta es transmitir lo que sé para que siga viva.

¿Cuándo empezaste el voluntariado en Arrels?

Hace diecisiete años, cuando nació el taller de Arrels, buscaban algún voluntario para poner en marcha un taller de encuadernación. Nos llamaron a la asociación que teníamos y vinimos Paco Lacasta, un gran encuadernador, y yo. Entre los dos iniciamos el taller y formamos todo un equipo de gente. Tuvimos la suerte de coincidir con Josep Mercè Sala, que había vivido en la calle y le encantaba la encuadernación. Paco y yo estuvimos un año y luego Josep se quedó al frente del taller, hasta completó su formación con algunos cursos. Hace dos años, Josep tuvo que dejar el taller porque las manos ya no le respondían. Entonces Arrels me volvió a llamar y aquí estoy.

¿Qué te aporta colaborar en el taller?

Aquí he encontrado unos compañeros que me dan mucha estima. Nos entendemos a la perfección y nadie me ha dicho nunca que no. Cuando necesitamos ayuda en encuadernación todo el mundo se implica, del primero al último. Esto es una satisfacción muy grande y me hace sentir muy bien.

 

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