Cuatro de cada diez personas que viven en la calle en la ciudad de Barcelona no tienen nadie con quien contar. Son datos de la encuesta a personas que viven en la calle que hemos hecho este año y que ponen de relieve la importancia de tener a alguien que se preocupe por ti. Te presentamos la campaña #AlguienConQuienContar para proponerte detener la mirada y acercarte a las personas sin hogar que tienes más cerca de casa; lo queremos hacer a través de los testimonios de Sebastien y Manuel y de muchos vecinos y vecinas que les echan una mano.

Seguramente conoces a alguna persona que duerme en la calle en tu barrio. Es posible que necesite que la saludes; hay personas que pasan días sin hablar con nadie. Una manta, un bocadillo, una llamada… o simplemente una conversación pueden funcionar como el punto de partida para establecer vínculo con aquella persona que, al fin y al cabo, es un vecino o vecina del barrio a la que ves a menudo cuando sales a comprar o cuando vuelves a casa. Tu gesto puede marcar la diferencia para mejorar su situación; lo vemos cada día desde Arrels y lo explican también las personas que viven en la calle.

¿Con quién pueden contar las personas que viven en la calle?

De las más de 1.200 personas que viven en la calle en Barcelona, el 43% afirma que no tiene a nadie con quien contar. Quien más lo explica, de hecho, son las personas de origen extracomunitario, según los datos de la encuesta a personas que viven en la calle que hemos hecho este año. Si se analizan los datos por género, un 67% de las mujeres y un 54% de los hombres dicen que tienen alguna persona que los apoya. Además, cuanto más tiempo hace que la persona vive en la calle, más nos explican que pueden contar con este tipo de apoyo.

En la mayoría de los casos, las amistades son las que ofrecen apoyo a las personas que viven en la calle (en un 64% de los casos) y en un 27% de los casos este papel lo hace la familia. Destaca el hecho que el 20% de las personas que sí que tienen a alguien con quien contar tienen el apoyo de los vecinos, vecinas y los comercios y tiendas del barrio donde viven a la intemperie.

Las personas que nos explican que tienen a alguien que les echa una mano dicen tener también sus necesidades básicas más cubiertas y afirman haber recibido más atención social por parte de los servicios sociales o de entidades privadas. En este sentido, destaca que muchas de las personas que no tienen a nadie con quien contar (el 44%) tampoco han recibido atención social en los últimos meses.

 

Manuel: “¡Ahora me saludan y todo!”

Cada día, Manuel se sienta junto a una de las entradas del mercado de la Barceloneta, desde donde saluda y charla con muchos vecinos y vecinas. Hace nueve años que llegó y desde el primer momento encontró a personas que le apoyaron. “Hay muy buena gente, aquí”, nos explica. Con los años se ha ganado la confianza y aprecio de mucha gente; tanto las trabajadoras como los clientes del mercado lo consideran uno más del barrio.

Manuel tiene 64 años y ha vivido casi diez en la calle. Empezó durmiendo en un portal y después pasó a una nave en desuso. Lo conocimos hace 14 catorce años, cuando vino a nuestro centro abierto para ducharse y donde hasta hace poco continuaba duchándose cada jueves. Recuerda el apoyo que entonces le dio Nuria, trabajadora de Arrels, que se ocupó de todas las gestiones necesarias para que se renovara el carnet de identidad, que tenía caducado desde hacía tiempo, y para cobrar la prestación que le correspondía.

Hace solo unos días, Manuel ha empezado a vivir en un piso gestionado por Arrels. Es un lugar suyo, que ha esperado con mucha ilusión para tener “un sitio seguro donde guardar las cosas y estar tranquilo”. Una vez instalado en el piso, comenta que no dejará de ir al mercado porque ha hecho muchas amistades.

Edu es una de estas personas, trabaja de camarero en un bar del mercado. La primera vez que vio a Manuel no se acercó, pero con el tiempo venció todos los prejuicios. Ya hace tiempo que cada mañana le prepara un café y charlan, entre bromas y risas. Manuel lamenta que dentro de unos meses Edu plegará del bar para estar cerca de sus padres, que viven fuera. “Lo echaré de menos”.

Otra persona que aprecia mucho Manuel es Cristina, trabajadora del supermercado. Cuando habla de él se emociona. “Es muy buena persona. Siempre se ofrece a ayudar, a los clientes, a las trabajadoras; ¡para mí es un más del equipo!”. Desde que lo conoce, le da ropa y comida, y se invitan cafés mutuamente. Manuel incluso disponía de una taquilla del supermercado para poder guardar sus cosas. La misma encargada le dio la llave.

“Es una persona muy estimada y conocida en el barrio. Siempre está dispuesto a dar una mano”, comenta la Angie, que hace cuarenta y cinco años que trabaja en una parada de ropa. Llevar el carro de ir a comprar a señoras de edad avanzada, vigilar a los perros que no pueden entrar al supermercado, ayudar a montar las mesas del bar o acompañar al hospital un vecino de ochenta y cuatro años con movilidad reducida. Manuel se ofrece para lo que haga falta. Durante la pandemia, era él quien cada mañana colocaba las vallas para mantener la distancia de seguridad. “Nos ayudó muchísimo”, explica Angie.

Angie se ha convertido en una persona muy importante para Manuel. Los primeros años se ofreció a guardarle sus cosas en la parada y también intercedió para que los responsables del mercado no lo echaran. “Les dije que era muy buena persona y que para muchas de nosotros era cómo de la plantilla”. Gracias a la persistencia de Angie, Manuel se pudo quedar en su lugar habitual. “Ahora me saludan y todo”, comenta Manuel. Cuando Angie se entera de que pronto podrá ir a vivir en un piso, sonríe. “Me alegro mucho, le irá muy bien”.

 

Sebastien: “A veces me llevaban un café”

Sebastien tiene treinta y nueve años y ha estado veinte en situación de calle. Desde el pasado mes de julio vive en un piso de Arrels, que comparte con cuatro compañeros más. “Estoy muy bien. Me gusta escuchar música, cocinar y mirar películas”.

Pero durante el día, prefiere estar cerca de los vecinos y vecinas que le apoyaron cuando vivía al raso, en los alrededores de las calles Talleres y Pelai de Barcelona. “Me ayudaron y lo continúan haciendo muchas personas, de todas las edades, con las cuales todavía mantengo el contacto”. Dos de estas vecinas son Ana y Silvia, dependientas de una zapatería. “Cuando dormía junto a la tienda siempre me respetaron, no me echaban y, de vez en cuando, me llevaban un café”, explica. Ahora, casi cada día, Sebastien les hace una visita y charlan. Hay días que Ana todavía le invita un café.

Otro vecino que conoce Sebastien es Javier. “Lo veía sentado cada día junto al supermercado donde compro habitualmente y, de vez en cuando, le daba dinero o lo invitaba a un pitillo”. Antes de conocer a Sebastien, a Javier ya le preocupaba la situación de las personas sin hogar. “Cuando veo un hombre o una mujer que vive en la calle, siento tristeza y me pregunto cómo pueden haber llegado a esta situación”. Lamenta que a mucha gente les moleste ver personas durmiendo al raso. Dos años después de conocerse, han hecho una buena amistad y ahora es Sebastien quien de vez en cuando invita a Javier.

Otra persona en quien Sebastien confía mucho es Johny, vigilante de un edificio de la calle Talleres. Cada mañana se saludan y se explican su día a día. “Congeniamos enseguida. Es una persona muy agradable y muy estimada en el barrio”, explica Johny.

Johny ha ayudado a Sebastien de muchas maneras estos últimos años. Desde guardarle una maleta con sus pertenencias hasta afeitarlo o cortarle el pelo. También le ha apoyado en situaciones más difíciles, como el día que sufrió una agresión mientras dormía. “Recibió un golpe fuerte en el pecho y el día siguiente le di antiinflamatorios y le puse hielo. Estaba muy asustado”.

A pesar de vivir experiencias como esta, Sebastien también ha disfrutado de momentos agradables gracias a todas estas personas que le apoyan, como el día que lo sorprendieron con una fiesta el día de su cumpleaños. “Vinieron muchos vecinos y vecinas. Estaba muy contento”, recuerda Rodrigo, el encargado de la tienda donde lo celebraron. Entre todos y todas le regalaron un pastel y una camiseta con su foto. Al Sebastien le brillan los ojos cuando recuerda aquel día: “Me gustó mucho”.

 

Una propuesta para ser #AlguienConQuienContar este diciembre

Todos tenemos prejuicios. Pero Ana, Javier, Angie o Johny son personas que han sabido superarlos. Cuando Manuel empezó a frecuentar el mercado de la Barceloneta, Angie era la presidenta. Los primeros días recuerda que se mostró distante cuando lo veía sentado en la entrada: “Tenía algunos prejuicios y no me hacía mucha gracia”. Unos días después, cambió de opinión. “Se mostraba muy educado con todo el mundo y cuando una señora grande necesitaba ayuda, él era lo primero que iba”. Paulatinamente, Manuel se fue implicando en la vida del mercado hasta el punto que ahora, si un día no lo ven, lo llaman para saber si está bien.

Esta relación tan simple y cotidiana es un primer paso, pero que se puede convertir en un gesto importante hacia una persona sin hogar. Para poder conseguirlo, todos y todas tendríamos que conocer los vecinos y vecinas del barrio que viven en la calle. Desde Arrels te queremos invitar a hacerlo, participando en el recuento de personas en situación de calle de la ciudad de Barcelona. Te proponemos salir la noche del 13 de diciembre a recorrer las calles de tu barrio con otros vecinos y vecinas voluntarias. Entre todas podremos poner la mirada en las personas sin hogar que tenemos cerca y conocerlas. ¿Te apuntas? En breve, abriremos las inscripciones.

Más información:

 

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