En el hogar de Arrels viven personas que han vivido en la calle muchos años y que pueden tener una enfermedad mental, consumos de alcohol o enfermedades crónicas orgánicas. También diferentes niveles de deterioro cognitivo y trastornos de conducta, pero esto último lo hemos sabido en los últimos años, después de realizar dos estudios neurológicos a las personas residentes de la mano del Centro de Neurología y Neuropsicología de Sabadell. Los resultados nos han hecho modificar y mejorar nuestro modelo de atención a las personas.

El 29 de noviembre del 2007, Arrels puso en marcha el Hogar Pere Barnés. El objetivo era ofrecer un espacio temporal para personas que vivían en la calle desde hacía tiempo, que tenían una salud débil y que no encontraban cabida en otro recurso. Catorce años después, 345 personas han pasado por el hogar; muchas han encontrado un lugar adecuado donde vivir de manera estable y otras -más de las esperadas- nos han dejado antes de encontrar el recurso definitivo donde poder estar.

El hogar Pere Barnés acoge hombres y mujeres que presentan una o más de las siguientes situaciones: enfermedades orgánicas y crónicas, consumo de alcohol, enfermedad mental y enfermedades neurológicas. Esto último lo hemos sabido en los últimos años, mediante dos estudios neurológicos realizados en 2015-2017 y el 2020. Entre ambos estudios se ha analizado la situación de un total de 71 personas residentes, de la mano del neurólogo Miquel Aguilar, su equipo médico del Centro de Neurología y Neuropsicología de Sabadell y el equipo del hogar de Arrels.

Antes de hacer los estudios teníamos información sobre temas de alcoholismo y psiquiátricos porque nos coordinábamos con otros profesionales externos, pero desconocíamos qué pasaba en el ámbito neurológico. Por qué era importante tener esta información? Por un lado, porque la función neurológica permite a las personas aprender y memorizar, les da capacidad intelectual y habilidades espaciales, está relacionada con el temperamento y la personalidad, con el lenguaje y la concentración, con la resolución de problemas… Por otro lado, porque fijarse en cada persona también hace mejorar la convivencia de todo el grupo y porque es necesario que la atención social y médica vayan de la mano.

Los primeros resultados del estudio, en 2015, nos corroboraron que hay situaciones conductuales muy vinculadas al estado de salud y que hay que estar en alerta de los posibles cambios y otras alteraciones: de las 27 personas que residían en el hogar Pere Barnés y que participaron en la investigación, un 89% tenían un deterioro cognitivo leve o demencia leve. Detectamos también trastornos de conducta que afectaban las personas y a su manera de relacionarse: un 77% de las personas residentes presentaban apatía crónica, un 53,8% presentaba irritabilidad y otro 53,8% delirios, y la mitad de las personas presentaban depresión, entre otros.

Un conocimiento que ha mejorado nuestro modelo de atención

Profundizar en estos trastornos nos ha ayudado, en los últimos años, a mejorar el acompañamiento a las personas que residen en el hogar Pere Barnés, a poner en entredicho intervenciones sociales que hacíamos desde el desconocimiento y a definir un nuevo modelo de atención social teniendo en cuenta todos estos nuevos elementos.

Desde el primer estudio neurológico hecho en 2015 en el hogar, el equipo que atiende a las personas residentes se ha formado, por ejemplo, para saber fomentar la estimulación y tener más herramientas para saber como tratar las personas. Hemos continuado promoviendo actividades poniendo énfasis en la estimulación y fomentando la participación de la persona y la memoria, hemos promovido que las personas residentes colaboren en tareas vinculadas con el orden y la organización, etc. La mirada hacia la persona se ha ampliado y se trabaja más en equipo.

Cuando el febrero del 2017 volvimos a valorar neurológicamente las personas residentes del hogar, detectamos que más de la mitad de las personas se encontraban mejor y que un tercio había empeorado su situación. Había bajado el porcentaje de demencias; había habido una mejora cognitiva y de la memoria; habían disminuido los casos de depresión, delirios e irritabilidad; y en todo el espacio residencial del hogar Pere Barnés también había mejorado la convivencia.

Los efectos del confinamiento por la Covid-19

La llegada de la Covid-19 y el confinamiento que vivimos durante los primeros meses de la pandemia ha afectado también la manera de acompañar y atender a las personas residentes del hogar Pere Barnés. Poco antes, habíamos ampliado plazas y en aquel momento en el hogar vivían 44 personas que habían vivido en la calle durante mucho tiempo, con problemas de salud orgánica, mental y neurológica, con consumos activos de alcohol y otras sustancias, y que tenían que guardar un confinamiento estricto.

Con el objetivo de analizar los efectos del confinamiento y comparar la situación neurológica de las personas residentes durante el 2020 y las que vivían al hogar entre los años 2015 y 2017, a finales del 2020 y durante el 2021 volvimos a hacer una evaluación neurológica. Según los resultados, menos personas presentaban un deterioro cognitivo leve y demencia leve (el 57%, respecto al 89% del año 2015). La apatía había bajado hasta el 47,7%, así como la irritabilidad y los delirios (hasta el 29,5% y el 20,5%, respectivamente). El porcentaje de personas con depresión, en cambio, era similar que durante el estudio del año 2015, y los casos de personas con ansiedad habían aumentado.

En general, se aprovechó el confinamiento para establecer normas de protección, reducir el consumo de alcohol y de tóxicos desde la baja exigencia y acompañar a las personas en la mejora otros aspectos como la nutrición y la higiene personal. Y, todo ello, ha resultado en una mejora de la cognición y de la conducta.

 

Aprendizajes y retos pendientes

Profundizar en la situación neurológica de las personas que residen en el hogar Pere Barnés nos ha permitido transformar maneras de intervención, crear otras y mejorar la empatía y el conocimiento de todo el equipo profesional del hogar para ser más consciente de la situación de las personas. También ha hecho mejorar la convivencia entre todas las personas residentes, el voluntariado y el equipo profesional del hogar.

En estos años, nos hemos centrado en combatir la apatía porque es un trastorno de conducta generalizado entre las personas residentes, que bloquea procesos y frustra expectativas. El equipo de trabajadores y de voluntariado sabe que tiene que convivir con ella, pero intenta generar cambios positivos motivando cada día a las personas residentes del hogar.

Entre los cambios en el modelo de intervención también destacamos el hecho de haber dejado de hablar de expulsiones y sanciones para apostar por las contenciones emocionales y una resolución de conflictos con una mirada más amplia.

En este contexto, un reto todavía más grande es encontrar recursos adecuados y estables para las personas que han vivido en la calle y que presentan tantas problemáticas como los hombres y mujeres que viven en el hogar Pere Barnés. En Cataluña, la mayoría de los centros que existen dan respuesta en una única patología. Pero qué pasa, por ejemplo, con una persona que ha vivido en la calle, que consume alcohol, que convive con el VIH y que tiene una patología mental o neurológica? Es necesario que haya un despliegue de recursos que puedan atender las personas de manera integral y con toda su complejidad.

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