Marta Maynou es la responsable del programa de Acogida de Arrels, un área formada por el equipo de calle, que recorre Barcelona visitando a las personas que hace más tiempo que viven en la calle, y por el centro abierto, donde se proporciona orientación y servicios básicos, como ducha, ropero o consigna. Trabajadora social de profesión, incide en que llegar a la calle es consecuencia de perder varios vínculos y que es necesario que la persona vuelva a recuperar la confianza en sí misma y en la sociedad.

Marta Maynou ha aportado su mirada y experiencia al informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar y que puede leer aquí.

Según los datos del último recuento, hay 1.239 personas viviendo en la calle. Durante los últimos años la cifra ha aumentado, ¿por qué crees que es así?
Por un tema estructural, podemos hablar del mercado inmobiliario y del mercado laboral. Por la llegada de personas extranjeras, que es una cuestión más de migraciones. También hay un malestar en la sociedad, del que no hay cifras. Encontrarse en situación de calle no es solo perder el trabajo o no tener alojamiento. Son diferentes factores y todos unidos hacen que acabes en esta situación. Es importante tener una red social fuerte que pueda sostenerte. Los inmigrantes que llegan, no tienen esta red, muchas personas la han dejado en su país de origen. Después, también hay una temática social muy individual, cada persona lleva traumas vividos, situaciones familiares, duelos, muertes, separaciones…

En comparación con otros años, aumenta el número de personas muy jóvenes, entre 16 y 25 años. En el día a día, ¿lo habéis detectado?
Hemos notado un aumento del número de jóvenes, aunque no somos una entidad enfocada a estas personas. Lo que hacemos sobre todo es un asesoramiento más dirigido a si quieren vincularse con algunos equipos especializados y, si ellos quieren, intentamos facilitar este contacto. Hay un débil sistema de atención a jóvenes ex tutelados. Se trata de jóvenes muy frágiles y en una etapa muy sensible que cuando llegan a la mayoría de edad no cuentan con una red de apoyo suficiente.
Desde 2018 registramos más y mejor lo que nos explican todas las personas que entran en el centro abierto, aunque sea sólo para un asesoramiento. En 2018, en Arrels hemos atendido a 88 jóvenes extranjeros de 16 a 25 años. Marruecos centra la primera procedencia. Y en 2019, 148. Sí, hay un aumento.

Según el censo, las mujeres ahora son 5 años mayores de media que en 2016, pasando de 38 a 43 años.
Atendemos menos mujeres que hombres, pero aquellas mujeres que no han podido evitar la zona de peligro extremo son las que tienen menos habilidades, porque si no, haces lo que sea para no acabar en situación de calle. El factor edad tampoco ayuda. Dentro de estas situaciones, cuanto mayor eres quizá también tienes menos habilidades, o más posibilidades de deterioro, o más violencias vividas. En Arrels hemos atendido a más mujeres durante el último año: 214 en 2018 y 232 en 2019, y la mayoría corresponde a la franja de los 36 a los 55 años.
Hay un vacío en la atención a las mujeres en situación de calle. Por un lado, existe una red de sinhogarismo muy masculinizada y probablemente con una falta de preparación y atención específica a las mujeres y, por otro, hay una red de atención a mujeres genérica que no se adapta a la mayoría de situaciones de las mujeres en situación de calle. Los requisitos de los recursos que trabajan con mujeres que han sufrido violencias no contemplan mujeres que aún no tienen conciencia de violencias y que están con consumo de tóxicos.

Vivir en la calle es un riesgo durante todo el año

Sobre vulnerabilidades, seguramente hay tantas como personas en la calle, pero ¿podríamos hablar de las principales características?
Queda todo afectado. Una cosa es vulnerabilidades y otra necesidades, que a veces van un poco unidas. Por ejemplo, hay cierta alarma por las situaciones climatológicas; está claro que empeoran aún más la desgracia de estar en situación de calle y los peligros, pero el daño profundo es otro. Mucha gente que no vive en la calle sufre por el frío y les alarma mucho el frío; en cambio, a muchas personas que están en situación de calle les molesta mucho más la lluvia que el frío, porque lo que hace la lluvia es dejarte empapado. Se te moja todo y no tienes manera de secarlo. Intentamos romper un poco este discurso.
El riesgo está presente todo el año, no solo en invierno, y no solo por la climatología. Hay todo el tema de agresiones, de exposición y de indefensión para recibir agresiones de otras personas. Y hay muy pocas denuncias. Existe la sensación de: ‘¿Total, para qué? No pasará nada. No harán nada. Por lo tanto, con la situación que tengo, ni me molesto en ir al médico para tener el informe médico, poner la denuncia, etc.’. Desde el servicio jurídico de Arrels facilitan un teléfono para poder recoger estas agresiones. Se hace una atención más individual y a nivel de incidencia, se recogen los datos para visibilizar esta situación, ya que no estamos hablando de casos aislados.

¿Hay algún perfil más vulnerable?
Hay colectivos que están más estigmatizados. El hecho de encontrarse en situación de calle, de pobreza y de exclusión severa, ya es formar parte de un colectivo estigmatizado. En algunos casos, además, se suman otros: género, nacionalidad, orientación sexual, discapacidad… Mujeres, personas LGTBI o algunas extranjeras tienen más estigmatización y al final pueden sufrir más problemas y más agresiones.

Violencia verbal, física e institucional

¿Es también una agresión cuando un grupo de personas está durante un tiempo en un lugar, sea una plaza o una calle, y son desalojadas?
Todos necesitamos unas rutinas, una seguridad, y ellas también la necesitan, dentro de un contexto de alta inseguridad e inestabilidad. Y, justamente, cuando hay estos desahucios, aumenta la inseguridad. A algunas personas, el hecho de sentirse en grupo las hace sentir más seguras, cuando rompes esto estás rompiendo su zona de seguridad. Es una temporalidad de incertidumbre para ellas porque tienen que buscar otro lugar, que desconocen, y de forma precipitada. Hay algunas personas que nos lo han expresado, que sienten más miedo. No dejas de sufrir otro rechazo, del no lugar te echan también. Se repite un rechazo.

¿Sería como una agresión institucional?
Sí, una violencia institucional.

Hay muchas personas que están en la calle que creen que ya tienen sus necesidades cubiertas, cuando tal vez desde fuera sorprende.
Creo que han bajado el listón de la exigencia a mínimos: ducharse, ropa y alimentación. Claro que tienen necesidad de alojamiento pero ya no lo tienen en la lista de cosas importantes. Lo que hacen es sobrevivir.

Algunas personas atendidas no dan importancia a tener tarjeta sanitaria y estar empadronado. ¿Les ayuda tener esta documentación? ¿Son conscientes?
Les ayuda, muchísimo. La ciudadanía da por hecho que todo el mundo tiene tarjeta sanitaria y empadronamiento. En Cataluña todavía reciben más atención que en otras comunidades, hay una cobertura más universal. Sin embargo, hay dificultades para tener tarjeta sanitaria, a veces por parte de los europeos comunitarios. Parece que debería ser más fácil, pero no. Como hay relaciones a nivel europeo, piden documentación en el país de origen conforme no tienen o sí tienen cobertura sanitaria en su país, para saber a qué cuenta deben cobrarlo. Los consulados no hacen estos trámites y la cosa se complica muchísimo.
Tener tarjeta sanitaria tampoco quiere decir que tú vayas al médico. Cuando hay un abandono personal, aguantan situaciones, enfermedades, heridas, que nosotros estaríamos escandalizados, e iríamos a las urgencias hospitalarias en el minuto dos; pero ellas, no. Yo creo que hay una resistencia muy superior al dolor, a confiar en la atención, a quedarse en un hospital.

¿Tener tarjeta sanitaria puede ir vinculándote al sistema o a la sociedad?
Tener tarjeta sanitaria va vinculado a cuidar de sí mismo y querer estar bien. Esto va relacionado con la autoestima y es el inicio de algunos procesos de mejora. Hay mucho desconocimiento sobre qué pueden hacer con el empadronamiento; por ejemplo, sirve para tramitar prestaciones económicas y mejorar la situación.

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