Las personas que viven en la calle tienen que buscar donde comer, cambiarse de ropa o cómo satisfacer las necesidades más básicas. A veces, también necesitan información de los recursos que hay disponibles. Sin embargo, a menudo sus necesidades son diferentes de lo que se les ofrece. Pablo Martínez-Alonso es educador social del servicio de orientaciones de Arrels y nos habla de las personas que llegan a la entidad frustradas y sin redes de apoyo, buscando la ayuda de un sistema que a menudo se encuentra colapsado.

Pablo Martínez-Alonso ha aportado su mirada y experiencia al informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar (disponible en catalán).

¿Qué hace el servicio de orientaciones de Arrels?
Hay dos equipos: el servicio de orientaciones presenciales, que está en el Centro Abierto y el servicio de orientaciones telefónico o en línea. Yo estoy en el presencial. Nuestro trabajo se basa en atender a personas que vienen al centro por primera vez o que, habiendo venido otras veces, tienen nuevas necesidades. Por ejemplo, si una persona viene por primera vez y pide darse de alta en el servicio de consigna, si la persona hace dos meses que utiliza este servicio y ahora necesita una ducha o recibir correo en el centro abierto.

¿Cuáles son las peticiones más habituales?
Alojamiento y contacto con los servicios sociales. Y a partir de aquí, el resto ya son demandas básicas como pueden ser servicios de higiene, guardar una maleta o recibir asesoramiento.

¿En caso de que la demanda esté relacionada con alojamiento, ¿cómo es este asesoramiento?
Intentamos ser muy sinceros al explicar que conseguir un alojamiento es complicado en la ciudad de Barcelona. Orientamos hacia los servicios sociales, que son los encargados de dar una respuesta en este sentido. Serían el Servicio de Inserción Social (SIS) y el Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados (SAIER), dependiendo de la situación de la persona. Y, a partir de aquí, si detectamos alguna urgencia los orientamos al Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB). Estar en la calle ya es una urgencia, pero por desgracia no se considera así.

¿Hay diferencias en las demandas según el grupo de población? Por ejemplo, ¿según la edad o el tiempo que hace que viven en la calle?
Creo que depende más de sí es la primera vez que están en la calle, si llevan mucho tiempo viviendo en ella o si ya conocen otros servicios. La edad no es tan significativa, sí que lo es la trayectoria viviendo en la calle.

Cuando hace pocos días o semanas que las personas viven en la calle, ¿están más desorientadas?
Conocen menos servicios, están todavía muy impactadas y más desesperadas. También es verdad que, a veces, cuando ya hace unas semanas que están en la calle están más frustradas y con menos esperanzas, porque ya han probado servicios y han visto que no es tan fácil salir adelante. Empiezan a ver que, por desgracia, es difícil salir de la calle.

Cerca de una tercera parte de las personas que tienen entre 18 y 25 años proceden de centros de acogida para niños, niñas y jóvenes, según la última encuesta de Arrels a personas que viven en la calle. ¿Lo habéis notado en el día a día?
Notamos que la mayoría de las personas jóvenes o hace poco tiempo que han llegado al país o provienen de centros donde han estado tutelados y se están quedando sin redes de apoyo. A menudo ponemos el ejemplo de la telaraña, con los hilos de las relaciones familiares, las relaciones sociales… la red de una persona joven que acaba de llegar a España o que estaba tutelada quizás no es tan fuerte como la de otra persona que tiene aquí a su familia. Notamos mucho que esta red se ha roto, se han roto muchos hilos, están solos y no tienen ningún otro recurso. Esto, a menudo, va acompañado de no tener documentación y no conocer el idioma.

Cuándo tantas personas salen de un centro de acogida para niños y jóvenes y están abocadas a la calle, ¿qué ha fallado en las administraciones?
Creo que hay mucho trabajo por hacer. Una persona de 18 años no está preparada para emprender un camino en solitario con todo lo que esto conlleva y todavía más si viene de una situación complicada. Creo que, como sociedad, deberíamos replanteárnoslo y ver que lo que estamos ofreciendo no es suficiente. Es necesario ofrecer respuestas y recursos a estos jóvenes.

¿Hay una relación directa entre vivir en la calle y sufrir algún tipo de violencia? ¿Conoces alguna persona que viva en la calle y que no haya sido agredida?
Seguro que hay alguien, pero creo que cuando hace tiempo que las personas viven en la calle, en algún momento han recibido agresiones, sean físicas o verbales. La calle es un territorio muy hostil.

¿En el servicio de orientaciones os hablan de estas agresiones?
Algunas veces sí. Hay desde agresiones de violencia de género hasta agresiones para robarles o simplemente por el hecho de agredir. Nos encontramos de todo, pero sí que es verdad que la mayoría de personas que vienen y que tienen una trayectoria de tiempo viviendo en la calle han sufrido una agresión, como mínimo, en algún momento.

¿Hay algún colectivo que esté en situación de mayor vulnerabilidad? Hablabas de violencia de género…
Sí, las mujeres están mucho más expuestas. En la sociedad, en general, y en la calle mucho más.

¿Las personas que viven en la calle pueden tener cuidado de su salud?
Hay casos y casos. Creo que sí que tienen cuidado de su salud en general, pero en su día a día hay prioridades y, a veces, la prioridad es conseguir un plato de comida, estar a resguardo, cambiarse de ropa cada día o ducharse.

¿Las personas sin hogar son conscientes de la importancia de tener tarjeta sanitaria y estar empadronadas?
Hay de todo. Hay personas nacidas aquí que no se plantean que se tienen que empadronar, no le dan importancia porque seguramente ya están empadronadas y ya tienen tarjeta sanitaria y tienen más conocimiento de cómo funciona el sistema. Y hay personas nacidas en otros países que tienen más conciencia de que necesitan empadronarse en Barcelona, ​​que necesitan tener una tarjeta sanitaria para que se les atienda; pero que no tienen tanto conocimiento de cómo funciona el sistema.

¿Las personas de origen extranjero tienen obstáculos añadidos?
Una barrera a la hora de abordar el sinhogarismo es el desconocimiento del sistema. Entenderlo ya puede ser difícil para una persona que ha vivido toda su vida en España, y puede serlo aún más para una persona que llega de fuera y que seguramente no habla bien el idioma.

La mayoría de personas que viven en la calle afirman que tienen las necesidades básicas cubiertas, pero, en cambio, tienen problemas de salud, reciben agresiones, les roban, no tienen alojamiento… ¿Por qué crees que tienen esta percepción?
Por la urgencia y la hostilidad del entorno. Las personas que viven en la calle están en una situación tan dura que en ocasiones normalizan situaciones que para personas que no viven en la calle son difíciles de normalizar. No sé hasta qué punto, para una persona que no se encuentra en situación de calle, ducharse dos veces a la semana o comer un plato caliente es tener las necesidades básicas cubiertas. Por desgracia, para las personas que se encuentran en esta situación sí que lo es.

Casi la mitad de las personas que viven en la calle hace más de dos años que están en esta situación. Son personas que quizá no recibieron esta ayuda inicial y ahora se encuentran en situación de más vulnerabilidad. ¿Cómo se puede evitar?
Alguna cosa está fallando cuando hay más de mil personas durmiendo en la calle en Barcelona y cuando hay más personas que llevan más de dos años viviendo en la calle. O no se sabe o no se quiere hacer frente a este problema.

¿Podríamos decir que hay causas estructurales muy fuertes que perpetúan estas situaciones?
Sí. Con una prestación muchas personas no pueden pagar ni siquiera el alquiler de una habitación en Barcelona. También nos encontramos que hay personas a quienes no quieren alquilar una habitación por haber vivido en la calle. Hay esta otra barrera, no sólo la económica. Como sociedad, todos y todas tenemos que implicarnos mucho más en todo aquello que podamos para que esta situación tan dura cambie.

¿Necesitamos una mirada sin prejuicios hacia las personas que viven en la calle?
Está claro que los prejuicios son muy importantes, pero también otras cosas: no querer saber, mirar hacia otro lado o el desconocimiento, en algunos casos. A veces, cuando hablo con gente que no trabaja en este sector no se creen la situación. ¿Cómo puede ser que haya tantas personas sin hogar y que no haya recursos para que puedan salir de esta situación? Creo que este punto de desconocimiento juega en contra.

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