“Con seis meses viviendo en la calle todo empeora: como la salud, las adicciones o las relaciones afectivas”


Hacer seguimiento médico a una persona sin hogar es complicado por varios factores. Por ejemplo el hecho de que el sistema de visitas médicas no está adaptado a la realidad del sinhogarismo. Laia Pérez es enfermera de la Llar Pere Barnés, un recurso residencial de Arrels donde viven personas que no tienen cabida en otros recursos de la ciudad. Nos explica que hay que ser flexible y adaptarse a las necesidades de la persona para poder mejorar su situación.

Laia Pérez ha aportado su mirada y experiencia al informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar (disponible en catalán).

¿Qué hace que una persona sin hogar esté en una situación de más vulnerabilidad?
El hecho de vivir a la intemperie ya es un factor de riesgo. También hay las condiciones meteorológicas: a pesar de que no estamos en un país de extremos, las olas de calor y de frío pasan factura. Es importante la carencia de higiene, que puede comportar lesiones en la piel e infecciones; y si no tienes una buena higiene bucal puedes perder todas las piezas, de forma que tendrás que comer cosas blandas, no podrás tener una dieta equilibrada y tendrás una desnutrición importante. Si hay patología mental y le sumas adicciones, ya tienes una patología dual, que es un factor muy grande de riesgo.

Nos encontramos también con caídas con fracturas y heridas mal tratadas. A veces hay personas que van en silla de ruedas o consumen alcohol o/y drogas y sufren caídas, y no llegan a ir a Urgencias o nadie las ve. Las personas entran en esta rueda, están excluidas, están fuera de la red. Todo esto hace que sea muy difícil abordarlo, y cuanto más tiempo pasa es peor.

¿Pueden seguir un buen tratamiento las personas con patologías mentales?
No es fácil seguir un tratamiento farmacológico porque, a veces, las personas que tienen un seguimiento correcto perciben que su salud mental ha mejorado y abandonan el tratamiento. Muchas veces no hay conciencia de enfermedad y, si hay, es muy difícil hacer un seguimiento farmacológico. Si este tratamiento farmacológico está mezclado con adicciones, nos encontramos con una bomba de relojería.

Según las últimas encuestas de Arrels, a partir de los seis meses de vivir en la calle se dispara la vulnerabilidad de la persona y se incrementan mucho los problemas de salud y los riesgos de sufrir violencia física.
Seis meses es suficiente tiempo porque una adicción haya calado en una persona, que es un problema que sufre mucha gente que vive en la calle. La patología mental también se dispara si no se está en tratamiento. Con seis meses, el cuerpo tiene tiempo de ver que ya no está tomando aquella medicación y se desequilibra todo otra vez.

¿Qué es primero, el huevo o la gallina? ¿Tener una adicción y empezar a vivir en la calle o vivir en la calle y tener una adicción?
Si empiezan a vivir en la calle porque ha habido una rotura familiar o una pérdida de trabajo o de domicilio, la manera de poder salir adelante a veces es el alcohol. Con seis meses de consumo la salud de la persona se desencaja y se disparan brotes de patología mental, si todavía no habían salido. También es suficiente tiempo porque las relaciones afectivas se estropeen o se acaben de romper. En estos seis meses pueden pasar suficientes cosas para que todo se acabe de descuadrar.

¿Los recursos para personas sin hogar se adaptan bastante a las necesidades de las personas que viven en la calle? A veces para acceder a una vivienda tienen que ir a vivir en un barrio o un lugar que les es desconocido.
Se tienen que tener en cuenta muchos factores. Si a una persona que ha vivido en el Raval toda la vida la sacas de allá y de su red, lo alejas de los recursos que pueda estar utilizando —como bibliotecas, el gimnasio o el centro de salud—, puede suponerle un descalabro. Tener una vivienda es una prioridad, sí, pero no nos podemos olvidar de todas estas dificultades que están vinculadas a esta movilidad y a este cambio de residencia.

Creo que sería positivo tener un espacio residencial como la Llar, multiplicado por diez en Barcelona, que en cada distrito hubiera una. Aquí acogemos personas que no encuentran plaza en otros recursos de la ciudad.

¿Por qué motivo la Llar es un recurso que funciona?
La Llar es un espacio de mucha aceptación. Algunas personas consumen alcohol o hachís. Hacen falta espacios con esta flexibilidad, porque con una persona que quizás hace 20 años que duerme en la calle la rigidez no da resultados. A mí me gusta mucho cuando las personas que viven a la Llar nos dicen: “Salgo a dar una vuelta y vuelvo a casa”. Que digan “vuelvo a casa” es muy bonito.

Un 22% de las personas que viven en la calle nos explican que tienen alguna adicción. Y vivir en la calle empeora su situación, puesto que casi el 40% de las personas que hace más de 10 años que viven en la calle tienen alguna adicción. ¿Han fallado los mecanismos de prevención? ¿Qué atención necesitan?
A veces, desde los centros de atención primaria (CAP) desconocen la realidad del sinhogarismo y puede ser que haya aspectos que no se aborden bien, como el consumo o las visitas a psiquiatría. Es muy difícil que una persona sin hogar pueda acudir a una cita un día y en una hora en concreto, cada tres meses. Se tendría que poder flexibilizar. Hay algunos centros, como el CAP de Drassanes, que sí que funcionan muy bien. Yo he hecho curas con una enfermera y un médico en el CAP de Drassanes, a un señor que estaba consumiendo alcohol, porque si no lo hacíamos así, no lo hacíamos. La disposición de los profesionales ayuda mucho, porque la realidad del sinhogarismo es esta.

Quizás a veces adaptar los recursos no requiere una inversión millonaria, puede ser flexibilizar horarios.
Y también trabajar desde la voluntad de las personas sin hogar. Uno de los aprendizajes más importantes de trabajar en Arrels es que actúas hasta donde las personas quieren. Esto te traslada a la realidad y te pone en una situación de humildad. Nos lanzamos en función de lo que quieran. Y si una persona consume alcohol y no quiere ir al Centro de Atención y Seguimiento a las Drogodependencias (CAS), no iremos. Ir si no quiere es gastar recursos de manera innecesaria, porque el acompañamiento que necesita ahora esta persona quizás va en otra línea. Aprender esto, cuesta.

El 40% de las personas sin hogar explican que han ido como mínimo una vez a urgencias médicas los últimos seis meses.
El sistema de visitas médicas no está muy adaptado para que las personas que viven en la calle puedan recibir un seguimiento médico. Ahora los avisos llegan a través de un mensaje de móvil o a “La Meva Salut”. ¿Cuántas personas tienen teléfono móvil y una conexión estable para poder entrar a “La Meva Salut” y ver los avisos de las visitas? ¿Y conocimientos para hacerlo? ¿Cómo puedes hacer una cita telemática? Y si la cita es en papel, cuando llueva se le mojará. Quizás tampoco tiene reloj o una alarma para recordar que tiene una visita médica. O no sabe dónde estará de aquí dos a semanas. A menudo se acaban haciendo visitas al servicio de urgencias, cuando la persona está muy afectada.

¿A las personas que viven en la calle les es difícil tomar correctamente la medicación?
Sí, es muy complicado. Los horarios de una toma de medicación pueden ser difíciles de comprender o de seguir. Y hay que desculpabilizar las personas que viven en la calle, porque tener un plan de medicación actualizado no es fácil, como tampoco lo es tener una farmacia donde accedan a prepararles un blíster con la medicación. Hay farmacias que ponen reticencias cuando entran personas con un aspecto que no es cuidado.

¿Cómo influye el hecho de tener tarjeta sanitaria?
Para acudir a urgencias no hace falta tarjeta sanitaria, pero para hacer seguimiento de una patología crónica tener tarjeta sí que facilita la atención. Pero, ¿Quién guarda esta tarjeta? ¿Dónde la guarda una persona que vive en la calle? ¿Y si le roban las pertenencias? Que tengan un CIP (código de identificación personal de la administración sanitaria) asignado ya lo facilita mucho, pero hay que recordar bien los datos, y a veces es complicado. Aun así, es un trámite que para mí es indispensable.

Durante la pandemia, ¿cómo ha sido en el día a día de las personas que viven en la Llar?
La Llar Pere Barnés en la pandemia sirvió para que todas las personas residentes mejoraran en todos los aspectos de su salud. De repente, las personas no hacían consumos tan elevados porque empezamos a hacer reducción de daños y, por lo tanto, controlábamos la ingesta de alcohol. Las personas no tenían caídas o golpes, no se ponían en situación de peligro, todo mejoró. El confinamiento, que conlleva el estar cerrados un tiempo, hizo que las personas mejoraran incluso neurológicamente. Esto, a las personas que vivían en la calle no los pasó, porque continuaban estando expuestas a muchos riesgos.

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