Cuando Giorgio Ossola llegó a Barcelona en 2016 con la esperanza de iniciar una nueva vida, se vio durmiendo en la calle por primera vez. Le robaron mientras dormía y estuvo durante meses sin documentación. Conoció de primera mano las agresiones contra las personas sin hogar y la confusión de no saber dónde acudir en una ciudad que le era desconocida y de la que no dominaba el idioma. Ahora vive en un piso y trabaja en el servicio de orientaciones del centro abierto de Arrels asesorando a otras personas que, como él hace un tiempo, viven en la calle y piden información sobre cómo acceder a un alojamiento o a los servicios básicos de alimentación e higiene, entre otras muchas demandas.

Giorgio Ossola ha aportado su mirada y experiencia en el informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar (disponible en catalán).

¿Cuándo viniste a Barcelona?
En octubre o noviembre de 2016. Dejé Italia y Suiza en febrero de 2016 y me fui a la Costa Azul unos meses como turista, hasta que se acabó el dinero. Quería hacer algo con mi vida, estaba en un momento fatal. Mi familia tenía supermercados en Suiza y lo dejé todo de un día para otro, no quería una vida conectada solo al dinero, solo al trabajo, trabajando como mínimo 60 horas a la semana. No quería una vida sin sonrisas y sin emociones. Hacía mucho tiempo que pensaba en cambiar el sentido de mi vida.

¿Qué pasó cuando llegaste a Barcelona a finales de 2016?
Yo conocía Barcelona como turista y hablaba un poquito el idioma. Cuando llegué, fui al consulado italiano para transferir mi residencia aquí e iniciaron todos los papeles. Primero dormí en un hostal, pero dos días después se acabó el dinero y me encontré durmiendo cerca de la Sagrada Familia. Mientras dormía, me robaron la documentación, la mochila, todo. Ahí empezó un círculo impresionante. Cuando me robaron, volví al consulado a por mí documentación y me dijeron que tenía que tramitarla a través de mi ayuntamiento, en Italia. En el ayuntamiento me dijeron que habían recibido los papeles y que la residencia estaba en trámite, pero nadie me hacía la documentación. Estuve cinco meses esperándola, que es el tiempo que se necesita para la inscripción en el registro de los italianos residentes en el exterior. Cinco meses sin documentación y sin nada, en la calle.

¿Era la primera vez que vivías en la calle?
Sí, era la primera vez en mi vida. No sabía dónde ir, dónde comer, nada. Me encontré con un chico italiano que me orientó un poco sobre dónde conseguir comida y dónde ducharme. Estuve viviendo en la calle y, algunas temporadas, en casas okupas, cuando me invitaban, pero era un poco difícil para mí porque en la mayoría de esos sitios había consumo de drogas y alcohol, y yo no consumo.

A finales de 2018, encontré a mi perrita, Coffe. Se llama así porque tiene el color del café. El veterinario me dijo que tenía unos dos meses. Ahora pesa 30 kilos. Me cambió la vida, me abrió las emociones, me hizo pensar en cuidar de alguien que depende de mí, y me ha evitado muchos problemas. En la calle, cuando tú duermes, el perro no duerme, está pendiente. El perro duerme durante el día.

¿Te protegía?
Sí, a muchas personas que duermen en la calle las pegan. ¿Por qué? Por hacer daño. Por pegar. Es un problema diario.

¿Por qué hay tan pocas denuncias?
Yo creo que más del 90% no denuncia. Es una cosa que no se hace. No se denuncia porque no se denuncia.

¿Tú denunciaste?
Yo denuncié el robo de mi documentación. Me puse a dormir y cuando desperté no tenía nada. No recuperé la documentación. Al final tardé nueve meses en arreglar los papeles.

¿Has recibido agresiones físicas mientras estabas en la calle?
Dos veces, una en la estación del Norte y otra en el Aquarium. Tuve que defenderme, no me gusta, pero tuve que hacerlo. Y no lo denuncié. La primera vez estaba con otra persona y la segunda estaba con Coffe, mi perrita. No entiendo cómo se puede pensar en ir a pegar a una persona que está dormida en el suelo. Hacer daño y nada más. La policía no recibe denuncias y parece que el problema no existe, cuando el problema existe, no hay día que no pase.

¿Cómo dirías que afecta el hecho de vivir en la calle a una persona?
Cuando estás en la calle es tu mente la que se ocupa de tu cuerpo y cuando sales de la calle y entras a vivir en un piso, de Arrels o de otra entidad, es tu cuerpo el que se ocupa de tu mente. Muchas personas han llegado a la calle para huir de sus problemas, no necesariamente llegas a la calle porque hayas hecho algo malo. Lo que veo, y es lo que más me duele, es que parece que Barcelona se ha acostumbrado a que una persona esté durmiendo en el suelo.

¿Qué problemas de salud física y mental suele tener una persona que vive en la calle?
A nivel mental sufren mucho por la soledad, porque no tienen familia, porque puede ser que el problema que les ha llevado a la calle sea un problema emocional muy fuerte. Es como si tu cabeza creara más problemas, y puede ser que te duela una pierna o que te duela algo, pero no puedes permitirte estar mal porque los recursos son muy lentos. Ahora, después de la pandemia, todo es con cita previa, todo se alarga en el tiempo, pero las personas que viven en la calle no tienen Internet, por lo que conseguir esa cita se hace más complicado. A esto se suma el miedo a no tener recursos económicos para pagar los medicamentos.

¿Qué se puede hacer?
Muchas personas tampoco saben que hay una entidad social que les puede pagar un medicamento y hasta que no llegan y no hacen una primera orientación, no saben que existen. Una persona que no tiene recursos no sabe dónde tiene que ir con una receta. Hay personas que tienen que tomar insulina y no la toman. Si están en un centro como Arrels, puedes llamar a una ambulancia, pero ¿qué pasa si están en calle? Todo es más complicado.

¿Cuándo pasaste a vivir en un piso de Arrels?
En mayo de 2021. Es un piso en Terrassa. He tenido muchísima suerte. Yo llevaba unos meses colaborando con Arrels y, un día, la responsable del centro abierto me dijo que podía ser que nos donaran un piso en Terrassa. Me preguntó si me gustaría ir, le dije “sí, claro”, fui con el perro a verlo y me quedé.

Puede parecer que entrar en un piso sea la solución a los problemas de las personas sin hogar. ¿Cómo es tener una vivienda después de vivir tanto tiempo en la calle?
Desde mi punto de vista, depende de si es un piso compartido o individual. El piso compartido puede comportar problemas de convivencia. Ahora Arrels tiene más pisos tipo estudios, pero esto también puede acarrear un problema de soledad muy grande. Es una soledad distinta a la de la calle. Es un cambio de vida y te encuentras solo. Hay un equipo que siempre está pendiente, el equipo de apoyo a la persona, que se encarga de las personas cuando entran en un piso.

Cuando una persona vive en la calle, ¿llega a estar tan hundida que entrar en un piso no es suficiente?
Es un camino muy largo que empieza en el centro abierto o con el equipo de calle. Con la pandemia se ha complicado, es como si ahora la urgencia fuera la pandemia y el resto de problemas no fueran de urgencia. Lo que antes era una urgencia ahora pasa a un segundo plano porque la urgencia es el coronavirus. Hay un aumento dramático de estados ansiosos y depresivos. Cada día vemos en el centro abierto a personas que tienen más problemas comportamentales y mentales. Los servicios sociales, médicos y de salud mental están desbordados y va a haber un problema muy grande.

¿Detectas muchas personas que padecen ansiedad?
Las personas que tenían alguna patología previa, ahora se han disparado. Estamos viendo que llegan muchas mujeres que no habían tenido problemas comportamentales y que ahora tienen problemas de depresión muy fuertes, con un estado de ansiedad que no les permite dormir. No duermen ni una hora, duermen durante el día en el centro abierto, pero por la noche no pueden, por el estado de ansiedad y el miedo.

Ser mujer y vivir en la calle es doblemente peligroso.
Es mi lucha cada día. Debería existir un centro de urgencia permanente porque hay violencia de género y violencia sexual. Ahora parece que está un poco mejor, como si las entidades y el Ayuntamiento hubieran despertado, hay más recursos para mujeres y eso es bueno, pero no son suficientes.

¿Qué haces en el servicio de orientaciones del centro abierto?
Normalmente en las primeras orientaciones lo que hacemos es evaluar el estado de la persona para saber cómo se encuentra, si tiene documentación… Tras una pequeña conversación la pregunta que le hacemos es por qué ha llegado al centro abierto. Normalmente hacemos dos tipos de orientaciones: o la orientamos a otro recurso porque evaluamos que le puede ayudar mejor que nosotros o nos hacemos cargo de la persona, lo que comporta el uso de los servicios del centro abierto, como consigna y ducha, y poder acceder al centro cuando quiera. Hay un asesoramiento continuo a la persona si necesita informarse sobre cómo conseguir una documentación o cómo buscar una cita previa.

Antes hablabas del aumento de personas con problemas mentales y de comportamiento, ¿cómo lo abordáis?
Primero intentamos vincular a la persona en el centro abierto. Después empieza un camino largo que comprende a trabajadores sociales de los servicios públicos y al equipo ESMES (Equipo de salud mental para personas sin hogar). El primer paso es intentar hacer entender a la persona que le pasa algo, porque muchas veces lo rechazan. Si reconoce que le pasa algo es un paso muy grande que nos permite seguir adelante.

¿Qué crees que debería mejorar en los servicios sociales?
El problema no son los trabajadores sociales, sino los presupuestos, que se quedan cortos frente a una demanda que está subiendo. Los servicios sociales están desbordados.

¿Falla la atención inicial?
La persona que lleva poco tiempo no conoce los recursos y eso es muy complicado, hasta que consigues un sitio donde comer, o mejor, dos. Y estás andando siempre, porque yo no me colaba en el metro, yo me duchaba en el Raval e iba andando al Besòs para comer.

¿Por qué al Besòs?
Yo iba al comedor del Besòs porque es uno de los pocos comedores en el que no necesitas derivaciones sociales. En general, no puedes ir a un comedor social sin una tarjeta del trabajador social, solo lo puedes hacer tres días al año. También hay muchos sitios privados. Y a las diez de la noche dormía en el Aquarium. Antes de la pandemia pasaban unos grupos de voluntarios a dar comida.

Has pasado de vivir en calle a tener un piso y a trabajar en el servicio de orientaciones de Arrels. Son muchos cambios
Si me preguntas si estaría dispuesto a hacer el mismo camino, la respuesta es que sí, porque, como estoy ahora, no he estado en la vida. Con problemas, pero con una sonrisa.

 

Más información:

  • La mitad de las personas que viven en la calle en Barcelona llevan más de dos años en esta situación, te explicamos los principales datos del informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar. También puedes leer aquí el informe completo, disponible en catalán.
  • ¿Qué ocurre con la salud de las personas? Lo explica Laia Pérez, enfermera de la Llar Pere Barnés de Arrels, en esta entrevista.
  • “Lo que estamos ofreciendo a las personas sin hogar no es suficiente”, lee esta entrevista a Pablo Martínez-Alonso, educador social en Arrels.
  • ¿Qué ocurre cuando una persona deja de vivir en la calle y comienza a vivir en un piso? Jesica Giménez, trabajadora social en Arrels, explica el acompañamiento que hacemos en esta entrevista.

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