Dejar de dormir en la calle para entrar a vivir en un piso mejora la salud y el bienestar de las personas, pero también es el inicio de un nuevo camino de retos. Es habitual que las personas que inician esta etapa sientan cierta claustrofobia y soledad, o que se les haga extraño dormir en un colchón o tener una cocina. Nos lo explica Jesica Giménez Payà, trabajadora social y miembro del equipo de Apoyo a la Persona de Arrels, que acompaña a personas que han vivido en la calle en este nuevo proceso de adaptación en pisos individuales y compartidos.

Jesica Giménez Payà ha aportado su mirada y experiencia al informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar (disponible en catalán).

Cuando una persona que vive en la calle pasa a vivir en un piso, ¿es como si empezase de cero?
Sí, porque aparecen nuevos retos. Empezar a vivir en un piso no hace magia. Alguien no familiarizado con el sinhogarismo y que cada día vea a un señor en la calle puede pensar que si le dan un piso “ya está, ya se ha solucionado el problema”. Pero cuando acompañas a una persona a vivir en un piso ves que queda mucho por hacer. Hay cosas que son incomprensibles para los que no hemos vivido nunca en la calle. Por ejemplo, una persona que ha vivido diez o veinte años en la calle y que entra en un piso y continúe durmiendo en la calle. Quizá tardará un mes en ir al piso a dormir, o dormirá una noche y después no dormirá allí en una semana. Entra, come, se ducha, sale. Tiene un piso, sí, pero debe adaptarse.

¿Por qué cuesta esta adaptación?
Hay gente que dice que tiene sensación de claustrofobia, que se le cae la casa encima, que se ahoga. O gente que al principio duerme en el suelo. Si durante veinte años has dormido en el suelo, en el momento de dormir en una superficie blanda, te duele la espalda. Tienes que acostumbrarte al colchón. Otro ejemplo, a veces duermen con ropa y zapatos, como cuando dormían en la calle. No hablo solo de los primeros días en un piso, también de gente que quizá ya hace años que vive en él. Si dormir en el suelo ha sido su costumbre durante media vida, es muy difícil cambiar.

¿Qué hacéis desde el equipo de Apoyo a la Persona de Arrels?
En el equipo de Apoyo, lo que hacemos en intentar instaurar algunos hábitos, porque lo que buscamos es que las personas sean lo más autónomas posible. Vamos a visitarlas al piso, pero no obligamos a que lo tengan limpio, ni les decimos si hay polvo, por ejemplo. Tampoco les decimos que no beban, aunque si creen que tienen que dejar de beber, las acompañamos en el proceso.

¿Por qué necesitan este acompañamiento cuando viven en un piso?
Nosotros, al principio, siempre nos presentamos como el equipo de Apoyo y le decimos a la persona: “Te ayudaremos en lo que tú necesites. ¿Qué necesitas?”. Porque nosotros acompañamos, no obligamos. Sí que pedimos unos mínimos. Cuando entras a vivir en un piso, hay tres normas esenciales: primera, que estés bien con los vecinos; segunda, que aportes una parte de sus ingresos, si tienen; y tercera, que permitas las visitas del equipo de Apoyo. A veces las visitas no son en el piso, pero también hay personas que te piden que vayas al piso, o a las que ayudamos porque tienen una acumulación de objetos, o que piden que las acompañes al médico. En cambio, hay personas que, después de acompañarlas una vez, te dicen que a partir de ese momento se encargan ellas.

¿Hay necesidad de compañía?
Sí, mucha. Lo notamos cuando hacemos las visitas. No hay un tiempo establecido de visita y cuando vas puedes estar una hora o quince minutos, depende. A veces en la visita, ves que esa persona no ha hablado con nadie en toda la semana y te explica anécdotas de su vida; y otras que ya te das cuenta de que es una persona que va al taller de Arrels o al centro abierto, que se relaciona.

Vivir a la intemperie perjudica mucho la salud. ¿Cómo mejora la salud de las personas que empiezan a vivir en un piso?
Hay muchas enfermedades derivadas de vivir en la calle. Hay personas que entran en un piso y que durante todo el tiempo que han vivido en la calle no han ido nunca al médico. Cuando vives en la calle, pierdes la noción del tiempo, no sabes qué día es, y no me imagino que una persona que viva en la calle diga: “Pediré hora al médico para que me visite, que tengo algo de tos”. Si has estado diez años en la calle, quizá hace diez años que no has visitado a ningún médico por voluntad propia. Quizá le has visitado porque te has hecho daño, ha venido la ambulancia y te ha llevado a urgencias. O porque ha llamado algún vecino.

¿Qué otros problemas surgen en la adaptación al piso?
Hay mucha soledad. Esto se nota mucho cuando llega la época de Navidad. Dos semanas antes de las fiestas ya notas que hay más nerviosismo y que hay personas más desanimadas. Hace poco hablé de esto con una persona que estuvo veinte años en la calle y ahora hace cinco o seis que vive en un piso, y me dijo que se sentía menos sola en la calle. Me supo mal. Decía que en la calle estaba siempre rodeado de gente y que, como dormía cerca del centro, toda la noche pasaba gente por allí. En cambio, en su casa, no puede ver a nadie hasta que sale a la calle.

Decías que desde el equipo de Apoyo intentáis que la persona vaya incorporando hábitos en su vida. Algo tan cotidiano como ir al supermercado, ¿suele ser muy nuevo o las personas se adaptan fácilmente a hacer la compra y cocinar?
Todas las personas agradecen entrar en un piso, pero ha de ser duro que tu vida cambie de golpe. Al principio, me chocaba mucho que una persona comiera solo una vez al día, pero si hace muchos años que lo hace porque el comedor social te atiende solo una vez al día, quizá uno se acostumbra. Algunas personas explican que en la calle es más fácil que te den un bocadillo o conseguir comida, pero que cuando están en un piso también se han de buscar la vida. Lo que hacemos es tramitar el acceso al Banco de Alimentos o comedores, también hay entidades religiosas que dan comida. Otras personas, creo que deseaban tanto esta estabilidad, que cocinan mucho, disfrutan de su piso y lo viven con una ilusión increíble.

¿Acceder a un piso es más difícil para las personas con problemas de salud física o mental?
Las personas en silla de ruedas o con problemas de movilidad van a pisos con ascensor. También cambiamos bañeras por platos de ducha, ponemos asas de sujeción donde puedan agarrarse, intentamos conseguir andadores… Creo que facilitamos mucho la adaptación física. Me parece que puede haber más dificultad si una persona tiene que comer en el centro de Barcelona y desplazarse a dormir a un albergue a las afueras de la ciudad.

En la calle hay menos mujeres pero su situación es más vulnerable. ¿Cuál es su estado cuando acceden a un piso?
Lo valoran muchísimo. Creo que es por la seguridad. Tener una puerta, cerrarla y saber que te puedes duchar tranquila, que nadie te hará nada, que te puedes cambiar de ropa… La violencia es tan extrema para ellas, que entrar en un piso les supone un cambio radical. Veo esta tranquilidad: “Por fin, aquí no me pasará nada”.

¿Prefieren vivir solas?
En general sí, por la desconfianza adquirida en la calle, porque al final no te puedes fiar de nadie. Es muy positivo cuando vemos que una mujer se siente segura, que vive en paz y con tranquilidad. Hay hombres que también han sufrido muchas violencias, pero el caso de las mujeres que viven en la calle es tan extremo que entrar en un piso y no tener que estar en estado de alerta permanente, genera un bienestar físico y mental increíble. Las mujeres con las que he podido estar han hecho un cambio, lo ves en su cuidado personal.

¿Mejoran la autoestima?
Cuando eres una mujer y estás en la calle, cuando estás durmiendo intentas parecer un hombre para tener menos posibilidades de que te agredan. Muchas mujeres se cortan el pelo, se lo recogen o se ponen una gorra. Creo que la autoestima y tu imagen o aspecto personal decaen mucho, porque vas vestida como un hombre, peinada como un hombre, para que no te agredan. Pasar de esta situación a dormir con tu pijama, o poder ducharte sin pensar si entrará alguien es un gran cambio. Muchas veces, las ves más presumidas cuando están en su piso, se cuidan más. Y tener cuidado de una misma es bueno. Al final, cuando te cuidas es porque estás bien, porque si no estás bien no te puedes cuidar. Es un reflejo de que estás a gusto y te sientes segura.

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